Donald Trump está acaparando titulares con una audaz promesa de imponer aranceles de hasta el 20% sobre todas las importaciones extranjeras si es elegido presidente nuevamente, con un asombroso impuesto del 60% sobre los bienes de China y incluso un posible impuesto del 200% sobre los automóviles importados. En la visión de Trump, los aranceles impulsarían la industria estadounidense, protegerían los empleos en EE. UU. y llenarían las arcas del gobierno. Pero los expertos económicos están planteando serias preocupaciones, señalando que la mayoría de estos costos afectarían los bolsillos estadounidenses, avivarían la inflación y podrían, de hecho, perjudicar las industrias que se pretende proteger.
En términos prácticos, un arancel es un impuesto sobre los bienes importados, pagado por los importadores estadounidenses y a menudo trasladado a los consumidores. Los estudios han demostrado que los aranceles de la primera administración de Trump llevaron a aumentos significativos de precios, como un impuesto del 50% sobre las lavadoras que incrementó los costos para los consumidores estadounidenses en aproximadamente $1.5 mil millones anuales. Los expertos del Instituto Peterson estiman que los nuevos aranceles propuestos por Trump reducirían el ingreso de los hogares estadounidenses entre $1,700 y $3,900 cada año.
Los aranceles también son una herramienta política para que Trump aborde las preocupaciones de larga data sobre la pérdida de empleos en el sector manufacturero de EE. UU., con promesas de «detener la pérdida de empleos estadounidenses hacia naciones extranjeras». Sin embargo, los aranceles anteriores, como los sobre el acero importado, hicieron poco para aumentar el empleo en general. De hecho, mientras los precios del acero aumentaron, algunos sectores dependientes del acero, como la industria de maquinaria agrícola, experimentaron pérdidas de empleos debido a los mayores costos de producción.
Los planes arancelarios de Trump también tienen como objetivo el déficit comercial de América, que creció a $653 mil millones al final de su primer mandato. Los analistas atribuyen el aumento en parte al fortalecimiento del dólar estadounidense, que encareció los productos americanos en el extranjero. Y a pesar de los aranceles centrados en China de Trump, algunas empresas chinas, según informes, redirigieron la fabricación a través de otros países, eludiendo efectivamente los impuestos por completo.
A pesar de estas preocupaciones, las políticas arancelarias de Trump tienen sus defensores que argumentan que podrían fortalecer la manufactura estadounidense, asegurar las cadenas de suministro y proteger la seguridad nacional. Este enfoque de «América Primero» ha resonado con algunos votantes preocupados por la dependencia económica global. Aún así, mientras Trump presenta su caso, los expertos advierten que, aunque los aranceles pueden sonar como un escudo económico, es más probable que sean una carga costosa para los consumidores estadounidenses y una apuesta impredecible para la industria de EE. UU.