Kim Jong-un acaba de enviar una advertencia nuclear al mundo. En un movimiento dramático, Corea del Norte reveló una nueva instalación de enriquecimiento de uranio capaz de producir uranio de grado militar para hasta 200 ojivas nucleares para 2027. Esta revelación, combinada con el reciente lanzamiento de misiles balísticos y de crucero avanzados, indica que la amenaza nuclear de Corea del Norte está evolucionando más rápido de lo anticipado.
La inauguración de esta instalación—que se cree está ubicada cerca del complejo nuclear principal de Corea del Norte en Yongbyon—ha suscitado alarma, especialmente porque Kim pidió abiertamente una expansión masiva de las capacidades nucleares de su país. Las fotos publicadas por los medios estatales muestran a Kim caminando entre filas de centrifugadoras utilizadas para enriquecer uranio, marcando una nueva era de escalada nuclear. Estas centrifugadoras avanzadas podrían aumentar significativamente la capacidad de Corea del Norte para desarrollar armas aún más poderosas, lo que genera serias preocupaciones sobre la seguridad global.
Además de revelar esta capacidad nuclear, Corea del Norte también reanudó sus pruebas de misiles. El mismo día de la visita de Kim a la planta de enriquecimiento, el régimen lanzó dos misiles al mar de Japón—uno con una ojiva convencional supergrande y el otro que se cree capaz de llevar una carga nuclear. Estas pruebas, que Kim supervisó personalmente, destacan las crecientes ambiciones militares de Pyongyang y su disposición a desafiar las normas internacionales.
Corea del Sur y las Consecuencias Globales
Corea del Sur reaccionó con alarma predecible, intensificando aún más el apoyo público a su propio programa de latencia nuclear. Más del 70 por ciento de los surcoreanos ahora apoyan el desarrollo de sus propias capacidades nucleares, lo que demuestra el creciente temor en la región de que el programa nuclear descontrolado de Corea del Norte podría desencadenar una peligrosa carrera armamentista.
Si bien las acciones de Corea del Norte han sido recibidas con una preocupación creciente por parte de Seúl, la respuesta de la administración Biden ha sido notablemente deficiente en innovación. Atrapada en un ciclo de imponer sanciones y hacer demandas de desnuclearización, Washington parece incapaz—o poco dispuesto—de ofrecer un enfoque fresco. El ex presidente Donald Trump recientemente causó revuelo al afirmar que podría resolver la crisis norcoreana con unas pocas llamadas telefónicas, pero los detalles de su plan siguen siendo vagos. Mientras tanto, la vicepresidenta Kamala Harris se ha mantenido en los puntos de conversación estándar de la Casa Blanca, repitiendo las mismas llamadas a la desnuclearización sin ofrecer soluciones concretas.
Es Hora de Repensar la Estrategia de EE. UU.
A medida que Corea del Norte continúa expandiendo sus capacidades nucleares, se ha vuelto claro que la estrategia actual de EE. UU. ya no es efectiva. Los expertos en Washington están pidiendo cada vez más un cambio drástico en la forma en que América aborda la amenaza norcoreana. En lugar de centrarse únicamente en la desnuclearización—que ahora parece más inalcanzable que nunca—muchos abogan por una estrategia que incluya control de armamentos y compromiso diplomático. Si bien reconocer el estatus nuclear de Corea del Norte es una píldora amarga de tragar, podría ser necesario para prevenir una mayor escalada.
Robert Gallucci, el negociador principal del Marco de Acuerdo de 1994 con Corea del Norte, ha enfatizado la importancia de repensar los objetivos de EE. UU. Gallucci sugiere poner fin a las sanciones que han superado su utilidad y reducir los ejercicios militares provocativos en la región. Cree que normalizar las relaciones con Corea del Norte debería ser el objetivo a largo plazo, con un enfoque en detener el crecimiento del arsenal nuclear de Pyongyang en lugar de insistir en la completa desnuclearización.
Una Nueva Realidad
Las ambiciones nucleares de Corea del Norte ya no son una amenaza abstracta; son un peligro inmediato y creciente. Con Kim Jong-un presionando por una expansión masiva de las capacidades nucleares de su país y EE. UU. aferrándose a políticas obsoletas, el mundo se está acercando a una posible crisis. La próxima administración de EE. UU. deberá enfrentar esta realidad de manera directa, reevaluar sus objetivos y desarrollar un enfoque más pragmático para tratar con uno de los regímenes más volátiles del mundo.
Sin una nueva estrategia audaz, EE. UU. corre el riesgo de permitir que Corea del Norte continúe su rápido desarrollo nuclear sin control, lo que podría desencadenar un conflicto mayor que amenace la estabilidad global. El tiempo corre, y es hora de que Washington replantee su postura antes de que sea demasiado tarde.