A medida que Kamala Harris compite por la presidencia, su historial en inmigración y seguridad fronteriza plantea preguntas sobre cómo sería su enfoque si asumiera la Oficina Oval. A lo largo de su carrera, Harris ha proyectado dureza, pero los críticos argumentan que sus acciones a menudo no han estado a la altura de su retórica.
Como fiscal del distrito de San Francisco, el programa «Back on Track» de Harris permitió a inmigrantes ilegales, incluidos delincuentes de drogas, evitar la prisión. En un caso, un participante agredió violentamente a una mujer, lo que llevó a una intensa reacción. Durante su mandato como fiscal general de California, Harris abogó en contra de los detenciones de ICE, y ha estado en contra de la expansión de muros fronterizos, calificando el muro de Trump como un «proyecto de vanidad medieval.»
Como vicepresidenta y «zar de la frontera», Harris ha enfrentado críticas por el aumento vertiginoso de la inmigración ilegal. A pesar de afirmar una reducción en los cruces fronterizos ilegales, los críticos argumentan que las cifras están manipuladas, citando una nueva aplicación CBP One que supuestamente canaliza a los migrantes a través de lagunas legales. Bajo su supervisión, los encuentros ilegales aumentaron un 2,600%, y las liberaciones de criminales extranjeros han alcanzado niveles alarmantes.
Con Harris impulsando caminos hacia la ciudadanía, reduciendo la detención y recortando el financiamiento fronterizo, su historia sugiere que su presidencia podría significar un cambio continuo hacia la indulgencia en inmigración—un marcado contraste con su discurso firme.