Vladimir Putin está jugando un juego peligroso en el Medio Oriente, avivando las llamas del caos regional mientras su guerra en Ucrania se prolonga. A medida que la violencia se intensifica en Gaza y Siria, Rusia se está posicionando como un supuesto «mediador de paz», pero detrás de escena, Moscú está explotando el caos para desviar la atención de su brutal campaña en Ucrania.
Con Irán y fuerzas antioccidentales como Hezbollah a su lado, Rusia está capitalizando la inestabilidad de la región para fortalecer su influencia global. El caos sirve como una perfecta cortina de humo, obligando a EE. UU. y sus aliados a malabarear crisis en múltiples frentes, debilitando su enfoque en la guerra de Rusia en Europa. Los analistas lo llaman un “dividendo de distracción”—un movimiento calculado que mantiene al mundo fuera de balance.
Pero el juego de Rusia en el Medio Oriente está lleno de riesgos. El apoyo de Putin a Teherán y sus aliados solo llega hasta cierto punto, y cualquier escalada podría salirle mal. Si la violencia se convierte en un conflicto regional más grande, Moscú podría encontrarse atrapado en un atolladero sin una salida fácil. Y aunque Rusia muestra su poder, sus límites son claros: Moscú solo puede presionar hasta cierto punto antes de que su estrategia se desmorone bajo el peso de su propia ambición.
¿Valdrá la pena la imprudente apuesta de Putin, o las llamas del Medio Oriente lo consumirán al final? El mundo está observando, y el próximo movimiento de Rusia podría inclinar la balanza hacia el desastre.