A medida que se intensifica la elección de 2024, una preocupante división está creciendo dentro de la comunidad judía estadounidense. Ambos lados se están demonizando mutuamente de maneras sin precedentes, convirtiendo los desacuerdos políticos en ataques personales. Según Jay Michaelson, esta división ha derivado en caricaturas, con los partidarios de Trump etiquetando a los liberales como ingenuos, y los liberales etiquetando a los conservadores como extremistas o incluso racistas.
En el corazón de este problema hay una falta de discurso civil. Michaelson argumenta que el verdadero desafío no es hacer que todos estén de acuerdo, sino más bien discrepar con respeto. Muchos partidarios judíos de Trump destacan su postura pro-Israel, viéndolo como el defensor del estado judío. Pero otros temen la influencia de nacionalistas cristianos, supremacistas blancos y la retórica antisemita que rodea el movimiento de Trump. Mientras tanto, los partidarios de Harris se encuentran acusados erróneamente de apoyar a Hamas o de ser anti-Israel, a pesar de su compromiso con la supervivencia del estado judío.
Las apuestas no podrían ser más altas. A medida que ambos lados continúan demonizándose, la comunidad judía estadounidense corre el riesgo de fracturarse en un momento en que la unidad es desesperadamente necesaria. Con la violencia política en aumento y el antisemitismo expandiéndose por todo el espectro, Michaelson hace un llamado a un regreso al debate razonado y respetuoso. El objetivo no es cambiar opiniones, sino entender de dónde proviene el otro lado. Solo así los judíos estadounidenses pueden participar en un discurso político significativo sin desmembrarse mutuamente.
Antes de que esta peligrosa polarización se profundice, es hora de detener la demonización y comenzar a escuchar.