En la intensificación de la crisis en Gaza, EE. UU. enfrenta una realidad desalentadora: su influencia como mediador puede estar desvaneciéndose. A pesar de los intentos por desescalar la situación, la violencia sigue en aumento, lo que sugiere que el enfoque de larga data de Washington está perdiendo fuerza. Los expertos argumentan que el apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Israel podría estar volviéndose en su contra, socavando su credibilidad como mediador neutral y alimentando el resentimiento regional.
Históricamente, EE. UU. ha defendido los esfuerzos de paz en el Medio Oriente, guiando acuerdos históricos como los Acuerdos de Oslo. Sin embargo, esta reputación de mediación se ha vuelto cada vez más complicada, ya que EE. UU. lucha por equilibrar su alianza con Israel frente a los llamados a un enfoque más imparcial. El jeque Mohammed Bin Abdulrahman Al-Thani, Primer Ministro de Qatar, capturó este dilema al decir: “¿Cómo puede tener éxito la mediación cuando una parte asesina a un negociador?” Sus palabras subrayan la creciente creencia de que el sesgo de EE. UU. puede estar causando más daño que beneficio.
El compromiso de EE. UU. con Israel se ha traducido en un apoyo militar y diplomático significativo, pero los críticos afirman que esta sobreprotección alimenta una obsesión por la seguridad que deja poco espacio para el compromiso. Con Israel potencialmente planeando una incursión en Líbano, muchos se preguntan si la estrategia de disuasión y defensa de Washington puede fomentar la confianza necesaria para una solución real. “La seguridad absoluta es un mito”, dicen los observadores, señalando que el impulso implacable de Israel por una seguridad total –alentado por el apoyo de EE. UU.– está estancando los esfuerzos de paz.
Mientras tanto, China está emergiendo como una alternativa diplomática, promoviendo el “poder basado en principios” sobre la influencia militarizada. A diferencia de EE. UU., las intervenciones de China en Oriente Medio se centran en construir alianzas sin alinearse contra un adversario particular. Sus esfuerzos recientes en mediar conversaciones de paz entre Irán y Arabia Saudita, y en involucrar a grupos palestinos, muestran un enfoque basado en el desarrollo y la estabilidad en lugar de la confrontación.
En medio de este cambio de poder, los analistas sugieren que Washington y Beijing deberían considerar la cooperación en lugar de la rivalidad. Zhou Yiqi de los Institutos de Estudios Internacionales de Shanghái enfatiza que la estrategia de América, dependiente de la influencia militar, corre el riesgo de aislarla en una región lista para el diálogo. Al combinar la influencia de EE. UU. con la diplomacia de poder blando de China, las dos potencias podrían replantear el proceso de paz.
La pregunta ahora es si EE. UU. puede ajustar su enfoque o continuar por un camino que parece cada vez más inviable. ¿Puede América sacudirse sus prejuicios de larga data, o limitará su postura sobre Israel su efectividad como mediador de paz en Oriente Medio?