En una poderosa acusación del estado actual del derecho público estadounidense, The National Security Constitution in the 21st Century de Harold Koh sirve tanto como un llamado de atención como un mapa para la reforma. Koh articula una dura realidad: el derecho internacional, que alguna vez fue una piedra angular de la política de EE. UU., se ha convertido en un pararrayos de controversia política, dejando al marco legal de la nación vulnerable a la manipulación por parte de una rama ejecutiva cada vez más empoderada.
El análisis exhaustivo de Koh destaca la urgente necesidad de que el Congreso reafirme su papel constitucional en las decisiones sobre la guerra, de que los jueces reintegren el derecho internacional en sus interpretaciones de los estatutos y de que la rama ejecutiva armonice el asesoramiento legal sobre seguridad nacional con las normas legales internacionales. Sus propuestas iluminan el desorden en el sistema legal estadounidense, donde la ignorancia y el miedo en torno al derecho internacional han fomentado un ambiente de hostilidad hacia sus principios.
Las repercusiones de esta hostilidad son profundas. Un presidente imprudente podría retirarse de tratados críticos con pocas consecuencias políticas, socavando efectivamente la influencia de EE. UU. en el escenario global. Koh subraya que esta erosión del derecho internacional no solo pone en peligro la seguridad nacional, sino que también diluye la capacidad de Estados Unidos para involucrarse de manera significativa con sus aliados y hacer cumplir la responsabilidad entre adversarios.
Las implicaciones de esta «guerra contra el derecho internacional» en curso se extienden mucho más allá del postureo político. Como argumenta Koh, la negligencia del derecho internacional se traduce en una pérdida significativa de visión estratégica, disminuyendo la capacidad de Estados Unidos para liderar en temas que van desde los derechos humanos hasta el cambio climático. Esta abdicación del liderazgo permite que potencias hostiles llenen el vacío, amenazando los mismos valores que Estados Unidos ha defendido durante mucho tiempo.
Para combatir esta preocupante tendencia, es necesario un enfoque multifacético. La educación legal debe priorizar el derecho internacional, equipando a los futuros abogados con las herramientas para navegar sus complejidades y aplicarlo de manera efectiva tanto en contextos nacionales como globales. Además, el poder ejecutivo debe elevar la experiencia en derecho internacional, particularmente dentro de la Oficina del Asesor Legal, para asegurar que la política exterior de EE. UU. refleje un compromiso con el mantenimiento de las normas internacionales.
El The National Security Constitution de Koh no es meramente una crítica; es un llamado urgente a la reforma. A medida que Estados Unidos enfrenta desafíos sin precedentes en el siglo XXI, volver a involucrarse con el derecho internacional es esencial para salvaguardar los intereses nacionales y restaurar la posición del país en un mundo en rápida evolución. Solo al abrazar el derecho internacional puede EE. UU. reafirmar su papel como líder en la búsqueda de justicia y estabilidad en el escenario global.