En una audaz demostración de fuerza militar, Israel lanzó un ataque calibrado en lo profundo de Irán, evitando sitios nucleares y de petróleo, pero señalando claramente su capacidad para penetrar las defensas de Irán. Después de la ofensiva de misiles a gran escala de Irán el 1 de octubre, Israel había prometido represalias, pero optó por una respuesta controlada que transmitió un mensaje serio sin escalar hacia una guerra total. Las intervenciones diplomáticas de Washington y las preocupaciones de los estados del Golfo sobre la estabilidad energética probablemente influyeron en esta moderación táctica.
Los expertos sugieren que el ataque de Israel es una afirmación directa de dominancia en la escalada, diseñado para paralizar las defensas de Irán mientras permite a ambas naciones una salida del conflicto más amplio. La reacción de Teherán fue contenida, con solo dos soldados reportados muertos y daños mínimos reconocidos por los medios estatales. Este movimiento medido permite a Israel afirmar su autoridad regional y mantener a raya a los proxies iraníes, incluido Hezbollah, en medio de un asalto israelí en curso contra Hezbollah en Líbano.
Mientras EE. UU. alababa la moderación estratégica de Israel, el riesgo calculado de Israel señala una disposición a empujar los límites, recordando de manera contundente a Irán el alcance militar del estado judío.