A medida que Kim Jong-un y Vladimir Putin profundizan sus lazos, Corea del Norte podría estar buscando más que solo apoyo mutuo: Kim quiere poder nuclear. El pacto secreto de junio entre Rusia y Corea del Norte insinuó cooperación militar, pero los recientes despliegues de tropas e intercambios de armas sugieren que la “lealtad” de Pyongyang podría tener un precio sorprendente: tecnología avanzada de misiles nucleares. Si Putin acepta, arriesga desencadenar una carrera armamentista con graves consecuencias para Asia y más allá, empujando la seguridad global hacia un territorio peligroso e incierto.
Esta alianza, fortalecida por el aislamiento mutuo y la necesidad militar, está alarmando a Corea del Sur y a líderes internacionales que temen que una Corea del Norte armada nuclearmente podría desestabilizar la región. Corea del Sur ha expresado públicamente “graves preocupaciones”, mientras que los expertos advierten que la solicitud de Corea del Norte por tecnología de misiles alteraría el panorama de seguridad asiático durante décadas. A medida que las tropas rusas y norcoreanas intercambian entrenamiento y equipo, circulan rumores sobre las demandas específicas de Kim, que probablemente incluyen tecnología de misiles balísticos e incluso sistemas satelitales avanzados.
El objetivo final de Pyongyang parece claro: establecerse como una poderosa potencia nuclear en el Este Asiático. Si Putin, presionado por sanciones y pérdidas en el campo de batalla en Ucrania, acepta compartir esta tecnología, el equilibrio nuclear podría inclinarse, complicando la diplomacia y la defensa para EE. UU., Corea del Sur y Japón. Los recursos ya estirados de Washington enfrentarían mayores desafíos en el Este Asiático, especialmente si las ambiciones nucleares de Corea del Norte pasan de la especulación a la realidad.
Las implicaciones de una Corea del Norte con capacidad nuclear son profundas. Aumentaría la tensión con Corea del Sur, pondría en riesgo una escalada nuclear con EE. UU., y elevaría las apuestas en una región que ya desconfía de las frecuentes pruebas de misiles de Pyongyang. Para Putin, esta alianza puede parecer ventajosa a corto plazo, con armas y mano de obra norcoreanas que potencialmente fortalecerían las fuerzas rusas en Ucrania. Pero las consecuencias a largo plazo—entregar capacidad nuclear a un estado volátil—podrían cambiar el poder regional de maneras que incluso Rusia no puede controlar.
La estrategia de Kim con Putin subraya un cálculo despiadado, utilizando su influencia militar y diplomática para cumplir ambiciones de poder sin igual en Asia. La comunidad internacional ahora enfrenta la urgente tarea de monitorear y presionar a ambas naciones para prevenir que este acuerdo nuclear llegue a buen término, no sea que el mundo enfrente una crisis de proliferación nuclear como nunca antes.