El candidato a la vicepresidencia de EE. UU., JD Vance, provocó un intenso debate esta semana al describir al presidente ruso Vladimir Putin como un “adversario” pero negándose a etiquetarlo como un “enemigo” en una reciente entrevista con NBC News. “Solo porque no nos guste alguien no significa que no podamos, ocasionalmente, entablar conversaciones con él”, afirmó Vance, subrayando su creencia en el compromiso diplomático para lograr la paz en Ucrania. Vance agregó que poner fin a la guerra en Ucrania requerirá negociaciones que involucren a Kiev, Moscú y a los aliados de la OTAN.
Presionado sobre por qué dudaba en clasificar a Putin como un “enemigo”, Vance argumentó: “No estamos en guerra con él, y no quiero estar en guerra con la Rusia de Vladimir Putin.” Esta postura ha alimentado las preocupaciones entre los críticos que creen que suavizar el lenguaje sobre Putin envía un mensaje preocupante sobre la política exterior de EE. UU. bajo una posible administración Trump.
Si bien los comentarios de Vance son coherentes con su postura más amplia sobre la diplomacia, los oponentes argumentan que su negativa a adoptar una línea más dura contra Putin socava el apoyo bipartidista a Ucrania y señala un enfoque menos confrontacional hacia las acciones de Rusia. Los líderes demócratas criticaron la declaración como desconectada, advirtiendo que minimizar las amenazas del Kremlin podría alienar a los aliados de la OTAN y debilitar la postura de EE. UU. sobre la agresión rusa.
La respuesta a los comentarios de Vance destaca las profundas divisiones en EE. UU. sobre cómo abordar el conflicto Rusia-Ucrania, con Vance y Trump favoreciendo un enfoque de diplomacia “América Primero” en lugar de una confrontación directa. A medida que la carrera electoral se intensifica, las declaraciones de Vance están destinadas a seguir siendo un punto de discusión controvertido, dejando a los votantes considerar qué tipo de postura debería adoptar América frente a la hostilidad rusa.