Estados Unidos ha adoptado una postura firme, presionando a Israel para que explique un devastador ataque aéreo en el norte de Gaza que ha sorprendido a la comunidad internacional. El ataque, que supuestamente tuvo como objetivo un edificio residencial en Beit Lahiya, resultó en al menos 93 muertes o desapariciones palestinas, con decenas más de heridos, según el Ministerio de Salud de Gaza.
En una rueda de prensa el martes, el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, describió el evento como “horripilante”, subrayando las serias preocupaciones de Washington sobre el alto costo civil del ataque. “Queremos saber exactamente qué sucedió, cómo se puede tener un resultado que produce, según informes, docenas de niños muertos, y aún no sabemos la respuesta a esa pregunta”, declaró Miller, reflejando la gravedad del incidente.
Este llamado a la transparencia refleja una creciente presión de la administración Biden sobre Israel para asegurar que sus acciones militares se alineen con los principios humanitarios. Washington ha reiterado su defensa de un alto el fuego para prevenir más pérdidas de vidas y destrucción. Miller destacó que “lograr un éxito estratégico más amplio” debería ser la prioridad de Israel, enfatizando la necesidad de evitar un «conflicto perpetuo» y trabajar para asegurar la liberación de los rehenes retenidos por Hamas.
Sumando a la tensión, este incidente no es una preocupación aislada. Estados Unidos había emitido previamente una solicitud formal a Israel, instando a mejoras inmediatas en las condiciones humanitarias de Gaza. A pesar de este ruego, Miller indicó que Washington “no ha visto suficiente progreso en los puntos establecidos” en su carta a los líderes israelíes a principios de este mes, lo que podría tener repercusiones para la futura ayuda militar de Estados Unidos.
La situación dio otro giro tenso el lunes con la decisión de Israel de aprobar una legislación que prohíbe a la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA) operar dentro de sus fronteras. Este movimiento ha provocado una respuesta adicional de EE. UU., con Miller indicando la consternación de Washington, advirtiendo que la prohibición podría acarrear “consecuencias bajo la ley y política estadounidense.”
Con el llamado a la rendición de cuentas más fuerte que nunca, la postura de Washington resalta un momento crítico en las relaciones entre EE. UU. e Israel, planteando preguntas desafiantes sobre el equilibrio entre la seguridad y la responsabilidad humanitaria. ¿Tomará Israel medidas para alinearse con las demandas de su aliado más cercano, o podría la asociación enfrentar una tensión sin precedentes?