En un movimiento dramático para frenar la inflación en aumento, el Banco Central de Rusia elevó su tasa de interés al 21%, la más alta desde 2003, en respuesta al aumento del gasto militar y la presión económica provocada por las sanciones. La inflación en Rusia alcanzó el 9.8% en septiembre, impulsada por una demanda interna sin precedentes y suministros limitados. Con las fábricas funcionando a plena capacidad para satisfacer las necesidades militares y domésticas, el país enfrenta una grave presión económica a medida que las sanciones limitan los ingresos globales del petróleo y obstaculizan el crecimiento.
La gobernadora del Banco Central, Elvira Nabiullina, señaló que son posibles aumentos adicionales en las tasas, con el objetivo de controlar la inflación. Sin embargo, este enfoque corre el riesgo de desacelerar la inversión privada y el gasto del consumidor, ya que las tasas más altas encarecen el endeudamiento para las empresas y los hogares. A pesar del crecimiento económico del 4.4% de Rusia en el segundo trimestre, el FMI proyecta una desaceleración en 2025, anticipando una caída al 1.3% en el crecimiento del PIB.
Las ventas de petróleo, a pesar de las sanciones occidentales, siguen siendo cruciales para Rusia, aunque la volatilidad geopolítica amenaza la estabilidad futura. Los analistas advierten que el gasto militar prolongado y los aumentos de tasas podrían debilitar la base económica de Rusia, con una inflación pronosticada para estabilizarse entre el 4.5% y el 5% para 2025 si las presiones geopolíticas disminuyen.