El equipo del expresidente Donald Trump está supuestamente considerando una estrategia audaz para resolver la guerra entre Rusia y Ucrania, una que refleja elementos de los fallidos Acuerdos de Minsk pero con un enfoque “reimaginado”. Según un artículo en el Financial Times, la propuesta de Trump—si gana las próximas elecciones—probablemente llamaría a congelar las líneas del frente y prohibir la membresía de Ucrania en la OTAN, mientras se trasladaría toda la carga de la aplicación a las fuerzas y financiamiento europeos. Un asesor de Trump de larga data dejó claro: “América insistirá en dos cosas: no tendremos hombres ni mujeres involucrados en el mecanismo de aplicación, y no pagaremos por ello. Europa cubrirá los costos.”
La visión de Trump, moldeada en parte por su candidato a la vicepresidencia James D. Vance, parece priorizar la reducción de la participación de EE. UU. mientras empuja a los aliados europeos a liderar la resolución del conflicto. La propuesta de Vance sugiere que un nuevo marco de alto el fuego dependería de las fuerzas europeas—no de la OTAN o de los cascos azules de la ONU—para monitorear el acuerdo, un movimiento destinado a distanciar a EE. UU. y a la OTAN de la responsabilidad directa. Los aliados de Trump argumentan que, con la guerra alcanzando un costoso estancamiento, “es moralmente correcto” empujar a Ucrania hacia un acuerdo.
Mientras el equipo de Trump enfatiza la necesidad de “abrazar la imprevisibilidad” en la política exterior, también argumentan que la membresía de Ucrania en la OTAN es poco realista a corto plazo, incluso sugiriendo Trump que el presidente Biden debería involucrarse directamente con Putin para asegurar la paz. La campaña de Trump insinúa que podría detener o reducir significativamente la ayuda militar a Ucrania, marcando un cambio distinto del firme apoyo de la administración Biden.
Aunque estas ideas siguen siendo especulativas, el enfoque de Trump señala un camino potencialmente transformador—si bien controvertido—en el conflicto de Ucrania, reflejando su creencia de que los intereses de EE. UU. se sirven mejor con una rápida desescalada en lugar de un compromiso indefinido.