Intel está en la mira de una posible revisión de seguridad por parte de China después de que la Asociación de Ciberseguridad de China (CSAC) acusara a la empresa de incorporar puertas traseras supuestamente vinculadas a la NSA en sus procesadores. Las acusaciones se centran en los procesadores Xeon de Intel, críticos para tareas de IA, que la CSAC afirma representan un grave riesgo para la seguridad nacional debido a vulnerabilidades que podrían permitir el acceso no autorizado a datos sensibles.
La declaración de la CSAC, publicada en WeChat, pidió una investigación exhaustiva sobre los productos de Intel, intensificando aún más las tensiones entre EE. UU. y China. Aunque no es un organismo gubernamental directo, la CSAC está estrechamente alineada con las políticas de ciberseguridad de Pekín y podría influir en la poderosa Administración del Ciberespacio de China (CAC) para tomar medidas regulatorias. Este escenario refleja la revisión anterior de la CAC sobre Micron Technology, que llevó a una prohibición de productos por preocupaciones de seguridad.
Las perspectivas de mercado de Intel en China ahora están en la cuerda floja, ya que China representa más del 25% de los ingresos de Intel en 2023. Los inversores ya están reaccionando, con las acciones de Intel cayendo un 2.7% tras el llamado de la CSAC para una revisión. La posibilidad de una investigación prolongada amenaza la posición de Intel en el lucrativo mercado tecnológico chino, especialmente mientras China trabaja para reducir su dependencia de la tecnología estadounidense en medio de restricciones comerciales en aumento.
Las alegaciones se producen en el contexto de una rivalidad tecnológica creciente entre EE. UU. y China. Washington ha impuesto estrictos controles de exportación sobre los chips de IA, lo que ha impactado particularmente a empresas estadounidenses como Nvidia, cuyos chips avanzados ahora están restringidos para la venta a China. Pekín ha respondido eliminando gradualmente los chips de Intel y AMD en los sistemas gubernamentales y aumentando los esfuerzos para desarrollar tecnología indígena.
Complicando la situación está la acusación de China de que Intel está aprovechando la Ley de Chips de EE. UU., destinada a fortalecer la producción nacional de semiconductores, para suprimir el crecimiento tecnológico de China. Estas tensiones contrastan con el reciente llamado del presidente chino Xi Jinping a mejorar las relaciones entre EE. UU. y China, lo que plantea interrogantes sobre el futuro de la cooperación en el sector tecnológico.
Si la Administración del Ciberespacio de China procede con una revisión y determina que los productos de Intel comprometen la seguridad nacional, podría asestar un golpe significativo a las operaciones de Intel en China. La situación subraya la fragilidad de los lazos comerciales entre EE. UU. y China, particularmente en sectores críticos como los semiconductores, mientras ambas naciones continúan priorizando su seguridad nacional y soberanía tecnológica.