El ganador de la carrera, Charles Leclerc de Mónaco, celebró su victoria en el podio del Gran Premio de Mónaco en el Campeonato Mundial de Fórmula 1. Leclerc se abrió sobre las emociones abrumadoras que experimentó durante las etapas finales de la carrera, que lo llevaron a las lágrimas. A pesar de las decepciones anteriores en Monte Carlo, Leclerc condujo con compostura desde el principio para asegurar la victoria en su propio territorio. Mientras se alejaba de Oscar Piastri, Leclerc encontró sus pensamientos abrumadores, causando problemas en su visión. En las últimas 10 vueltas, las lágrimas nublaron sus ojos, pero las superó y recordó mantenerse enfocado hasta el final, especialmente en una pista exigente como Mónaco. Controlar sus emociones resultó ser un desafío, ya que recuerdos de las personas que lo apoyaron inundaron su mente. Aunque la victoria en sí tiene el mismo valor que cualquier otra, emocionalmente, tiene un significado significativo para Leclerc. Las posiciones anteriores en la parrilla que no resultaron en victoria hicieron que este triunfo fuera aún más especial, ya que simbolizaba la realización de un sueño compartido con su difunto padre Hervé. Correr en Mónaco y ganar fue una aspiración de la infancia para Leclerc, y reflexionó sobre la inmensa contribución de su padre a su carrera. La carrera fue un testimonio de su sueño compartido, y Leclerc expresó su gratitud e incredulidad con la conquista.
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