No andemos con rodeos: los recientes esfuerzos de Vladimir Putin por mostrar la fuerza rusa acercándose a Xi Jinping de China y Narendra Modi de India no engañan a nadie. A pesar de toda su fanfarronada, la realidad para Rusia es sombría. La economía rusa es una cáscara frágil bajo una inmensa presión, tambaleándose al borde del colapso mientras las sanciones occidentales continúan profundizándose. Y a pesar de toda la postura, el ejército ruso sigue estando estirado, mal equipado y desmoralizado mientras la brutal guerra de Putin en Ucrania avanza hacia otro mes costoso.
Putin espera que estas alianzas de alguna manera legitimen su campaña en Ucrania o, al menos, fortalezcan su economía mientras Occidente lo aísla. Pero los hechos son claros. Ni China ni India han mostrado el más mínimo interés en ayudar a Rusia militarmente, y ambos han evitado alinearse con su guerra. Putin les ha ofrecido petróleo a precios reducidos, que están comprando con gusto, pero seamos realistas: ni Xi ni Modi están dispuestos a hundirse con el barco del Kremlin. Rusia no es más que una fuente conveniente de combustible barato para estas potencias asiáticas en ascenso, no un socio que apoyarán cuando las cosas se pongan difíciles.
Y las cosas se están poniendo difíciles. La economía rusa, que Putin ha intentado hacer parecer resistente, está mostrando grietas por todas partes. Las sanciones han cortado el acceso a tecnología clave y capital occidental, han paralizado la industria rusa y han drenado recursos más rápido de lo que pueden ser reabastecidos. El gobierno de Putin está recurriendo a su Fondo Nacional de Riqueza a un ritmo imprudente, y se está volviendo más difícil para Moscú ocultar la profundidad de esta crisis al público ruso, a pesar de la propaganda estatal. Estamos viendo una potencia económica vaciada al borde del abismo, y ninguna cantidad de ventas de petróleo a precios reducidos a China o India va a cambiar eso.
En el campo de batalla, la situación es igualmente sombría. Putin ha perdido un estimado de 200,000 tropas, y su reciente movilización solo ha provocado una reacción negativa entre los ciudadanos rusos, que están cada vez más desilusionados por el costo de esta campaña fallida. Las fuerzas de Rusia están luchando por encontrar personal, obligadas a depender de prisioneros y reclutas mal entrenados, mientras que las fuerzas respaldadas por Occidente de Ucrania demuestran ser notablemente resilientes y organizadas. El ejército del Kremlin, subfinanciado y sobreextendido, simplemente no puede mantenerse al día.
La idea de que las asociaciones con China e India pueden salvar a Putin es más que un pensamiento iluso—es pura ilusión. Estas alianzas son transaccionales, no estratégicas. A medida que su economía se desmorona y su ejército lucha, Putin se está encontrando cada vez más aislado, con cada vez menos aliados reales dispuestos a echar una mano. Para los estadounidenses, esta inestabilidad plantea preocupaciones genuinas. Estamos viendo a una potencia nuclear desestabilizarse en tiempo real, con el potencial de impactar la seguridad global de maneras que apenas comenzamos a entender. El imperio de Putin, una vez formidable, es ahora una precaria casa de naipes, y nadie debería dejarse engañar por su fanfarronada.