La creciente flota de embarcaciones de superficie no tripuladas (USVs) de China está provocando una rivalidad tecnológica con la Marina de los EE. UU., que ha realizado avances significativos en la guerra de superficie autónoma. Los medios estatales chinos afirman que sus nuevas USVs de alta velocidad, habilitadas por inteligencia artificial, poseen «tecnología de confrontación cooperativa dinámica» capaz de interceptar y defenderse contra amenazas percibidas en aguas chinas. Se informa que estas embarcaciones aprovechan algoritmos sofisticados para tareas como la percepción colaborativa, el seguimiento a alta velocidad y la protección del territorio marítimo, capacidades que reflejan el altamente desarrollado programa Ghost Fleet de la Marina de los EE. UU.
Sin embargo, la Marina de los EE. UU. sigue estando a la vanguardia de la tecnología de embarcaciones de superficie autónomas, demostrando niveles revolucionarios de autonomía colectiva y capacidad operativa en múltiples dominios. Las USVs estadounidenses están diseñadas para funcionar en conjunto, compartiendo y procesando datos para responder de manera autónoma a nueva información, ajustar los objetivos de la misión y tomar decisiones críticas no letales. Este enfoque en red, impulsado por inteligencia artificial, permite a las embarcaciones americanas optimizar sus funciones en tiempo real, coordinando misiones complejas como la detección de minas, el seguimiento de submarinos y las evaluaciones rápidas de perímetro.
Las USVs de China, aunque impresionantes, pueden aún carecer del alcance completo de toma de decisiones autónomas e integración en múltiples dominios que han logrado los drones de superficie de la Marina de los EE. UU. La flota Ghost de EE. UU., que opera desde hace años con autonomía colaborativa, integra USVs pequeñas, medianas y grandes que pueden adaptarse y realizar misiones coordinadas sin intervención humana. En esta «autonomía colectiva», cada embarcación puede analizar y actuar de manera independiente, realizando ajustes críticos para la misión basados en el intercambio de datos en tiempo real dentro de una flota más grande, que incluye tanto activos tripulados como no tripulados.
El núcleo de esta rivalidad radica en si China puede alcanzar un nivel similar de sofisticación autónoma. Los expertos sugieren que los algoritmos de China, aunque formidables, son poco probables que igualen la funcionalidad matizada incorporada en los drones de la Armada de EE. UU., que han evolucionado a través de años de inversión estratégica y refinamiento operativo bajo programas como Ghost Fleet y Overlord. La ventaja tecnológica de EE. UU. radica en su capacidad para fusionar embarcaciones tripuladas y no tripuladas en un sistema de combate integrado y adaptable, un frente donde la flota de China puede tener dificultades para competir.
A medida que la Armada de EE. UU. avanza con su visión para operaciones navales autónomas y multidominio, los avances de China señalan una creciente competencia en la dominancia marítima. Si China puede cerrar la brecha sigue siendo una incógnita, pero con ambas naciones invirtiendo fuertemente en tecnología marítima autónoma, la carrera por el control de los mares se está acelerando. Esta rivalidad en evolución podría redefinir la guerra naval, planteando preguntas estratégicas: ¿Acortarán los avances de China la ventaja tecnológica de EE. UU., o continuará la flota autónoma de vanguardia de América manteniendo la ventaja en la batalla por la supremacía oceánica?